El hombre es consciente de que es inteligente. Esa consciencia trae consigo sus propios problemas. El primer problema es que crea el ego.
El ego no existe en ninguna otra

Y los científicos lo han hecho aún más convincente con la teoría de la “supervivencia del más fuerte”. De manera que ayudamos a que fortalezcan más y más su ego, y es ahí donde surge el problema.
Según el ego va fortaleciéndose, empieza a rodear a la inteligencia como una espesa capa de oscuridad. La inteligencia es luz, el ego es oscuridad. La inteligencia es delicada, el ego es muy duro. La inteligencia es como una rosa, el ego es como una piedra.
Y si quieres sobrevivir, dicen las supuestas autoridades, tienes que volverte como una piedra, tienes que ser fuerte, invulnerable. Tienes que volverte una ciudadela, una ciudadela cerrada, para que no puedan atacarte desde el exterior. Tienes que volverte impenetrable.

Pero entonces te cierras. Entonces empiezas a morir en lo que respecta a tu inteligencia, porque la inteligencia necesita el cielo abierto, el viento, el aire y el sol, para crecer, expandirse, para fluir. Para permanecer viva necesita un flujo constante; y si se estanca se vuelve, lentamente, un fenómeno muerto.
No permitimos que los niños permanezcan inteligentes. Primero porque si son inteligentes serán vulnerables, serán delicados, serán abiertos.
Si son inteligentes serán capaces de ver muchas falsedades en la sociedad, en el Estado, en la Iglesia, en el sistema educativo. Se volverán rebeldes. Serán individuos; no se acobardarán fácilmente. Los puedes aplastar, pero no puedes esclavizarlos. Los puedes destruir pero no puedes obligarlos a avenirse.
En un sentido, la inteligencia es muy suave. Como una rosa; en otro sentido, tiene su propia fortaleza. Esa fortaleza es sutil, no burda. Esa fortaleza es la fortaleza de la rebelión, de una actitud inclaudicable. Uno está dispuesto a morir, uno está dispuesto a sufrir, pero uno no está dispuesto a vender su alma.
(Osho, Inteligencia)
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