domingo, 17 de julio de 2011
El Miedo
Durante toda transición cultural, las viejas ideas y convicciones comienzan a caer y evolucionan hacia nuevas tradiciones, lo cual causa ansiedad durante un lapso de tiempo. Mientra algunas personas despiertan al cambio y son capaces de sostener un vínculo de amor con su propio ser interior que al mismo tiempo los sustenta y les permite evolucionar con mayor rapidez, otros no pueden sustraerse a la impresión de que las cosas cambian demasiado de prisa y la humanidad pierde el rumbo. Estos últimos se vuelven demasiado temerosos y controladores como para incrementar su energía.
La polarización del Miedo que se produce entonces, puede ser muy peligrosa, porque la gente que tiene miedo es capaz de justificar cualquier clase de extremismo.
Podía ver que a partir de aquel momento la larga historia de la humanidad se desarrollaba marcada por esas dos necesidades en conflicto. Por un lado, estamos capacitados para superar nuestros miedos gracias a la fuerza de nuestras intuiciones, a las imágenes mentales que nos recuerdan que estamos en la vida para cumplir con algún designio determinado que ayude a avanzar la cultura en una dirección positiva que solo nosotros, como individuos, actuando con valor y sabiduría, podemos inspirar. Desde la fuerza de estos sentimientos recordamos que, por insegura que la vida nos parezca, no estamos solos, que hay un objetivo y un significado fundamental subyacente al misterio de la existencia.
Pero, por otra parte, a menudo somos victimas de la necesidad opuesta, la de protegernos del Miedo, y perdemos a veces de vista nuestro objetivo, para caer en la angustia de la separación y el desamparo.
El Miedo puede conducirnos a una espantosa auto protección, a luchar por conservar nuestra posición de dominio, a robar la energía de los demás, y resistirnos continuamente al cambio y la evolución, indiferentes a toda información nueva y positiva que pudiera sernos de utilidad.
(La décima revelación, James Redfield)
La polarización del Miedo que se produce entonces, puede ser muy peligrosa, porque la gente que tiene miedo es capaz de justificar cualquier clase de extremismo.
Podía ver que a partir de aquel momento la larga historia de la humanidad se desarrollaba marcada por esas dos necesidades en conflicto. Por un lado, estamos capacitados para superar nuestros miedos gracias a la fuerza de nuestras intuiciones, a las imágenes mentales que nos recuerdan que estamos en la vida para cumplir con algún designio determinado que ayude a avanzar la cultura en una dirección positiva que solo nosotros, como individuos, actuando con valor y sabiduría, podemos inspirar. Desde la fuerza de estos sentimientos recordamos que, por insegura que la vida nos parezca, no estamos solos, que hay un objetivo y un significado fundamental subyacente al misterio de la existencia.
Pero, por otra parte, a menudo somos victimas de la necesidad opuesta, la de protegernos del Miedo, y perdemos a veces de vista nuestro objetivo, para caer en la angustia de la separación y el desamparo.
El Miedo puede conducirnos a una espantosa auto protección, a luchar por conservar nuestra posición de dominio, a robar la energía de los demás, y resistirnos continuamente al cambio y la evolución, indiferentes a toda información nueva y positiva que pudiera sernos de utilidad.
(La décima revelación, James Redfield)
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