
Antes de reiniciar la marcha formamos un cerrado semicírculo, encarados todos al este. El Anciano de la Tribu se colocó en el centro y entonó un cántico. El ritmo lo establecieron y mantuvieron los miembros del grupo, batiendo las palmas, dando patadas en el suelo o golpeándose los muslos. Duró unos quince minutos. Era una rutina que se repetía diariamente cada mañana y que, según descubrí, constituía una parte muy importante de nuestra vida en común. Era la plegaria matutina, o el modo de centrarse o de fijarse un objetivo cada mañana.
Esta gente cree que todo el planeta existe por una razón. Todo tiene un propósito. No hay monstruos, inadaptados ni accidentes. Sólo malentendidos y misterios que aún no se han rebelado al hombre mortal.
El propósito del reino vegetal es alimentar a los animales y los humanos, mantener la tierra firme, realzar la belleza y equilibra la atmósfera. Me dijeron que las plantas y los árboles cantan a los humanos en silencio y todo lo que piden a cambio es que nosotros les cantemos a ellos.
Mi mente científica interpretó al instante que se referían al intercambio entre oxigeno y dióxido de carbono de la naturaleza.

La tribu de los Auténticos no se queda nunca sin comida. El Universo siempre responde a su correspondencia mental. Ellos creen que el mundo es un lugar de abundancia. De igual modo que usted o yo podríamos reunirnos para oír a alguien tocar el piano y honrar su talento y su propósito, ellos hacen lo mismo con toda la naturaleza y con toda sinceridad.
Cuando aparecía una serpiente en nuestro camino, obviamente se encontraba allí para servirnos de comida. El alimento diario era una parte muy importante de nuestra celebración vespertina. Aprendí que el alimento no se daba por supuesto. Primero se solicitaba, se esperaba siempre que apareciera y así era, en efecto, pero se recibía con agradecimiento, mostrándose siempre una auténtica gratitud.
La tribu empieza cada día dando gracias a la Unidad por el día, por sí mismos, por sus amigos y por el mundo. Algunas veces piden cosas concretas, pero siempre se expresan así: “Es por mi supremo bien y el supremo bien de la vida en todas partes”
(Las voces del desierto, Marlo Morgan)
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